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Los arrecifes de coral y otras drogas


Abril 17. 8 a.m. Como me propiné una buena cantidad de cocaína y opio pude pasar una buena noche. Y vuelta a bailar anoche. Yo lo hacía con sobretodo hasta la boca y gorro hasta los ojos. Terminó a las 11 p.m.

El consumo de drogas en la sociedad de principios del siglo xx era algo cotidiano. Se podían encontrar anuncios de hachís o cocaína en la prensa de la época y los médicos prescribían morfina a sus pacientes.

El abuso de narcóticos no fue algo ajeno para Horacio Quiroga. Estuvo influenciado por las corrientes modernistas y decadentistas, que defendían el consumo de ciertos estupefacientes como una vía para potenciar la creación artística y la introspección.

Justo antes de escribir Los arrecifes de coral, el joven Quiroga viajó a París. Un viaje que fue un fracaso, ya que llegó a la ciudad europea con la intención de convertirse en un artista reconocido, y terminó volviendo a su tierra natal totalmente arruinado. No obstante, durante ese viaje brotaron las primeras ideas para escribir su primer libro. Tal como el escritor dejó anotado en su diario, entre sus musas se encontraban la cocaína y el opio.

Entre los poemas de Los arrecifes de coral se encuentran alusiones a varios estupefacientes. La clásica belladona, conocida por ser la droga de las brujas, se nombra en varios poemas. Esta planta ha sido utilizada desde la antigüedad por sus diversas propiedades, entre ellas por ser un potente alucinógeno; sin embargo, desde el siglo xix y principios del xx se utilizaba por sus propiedades medicinales. Pero sin duda lo que debió de hacer atractiva esta droga para los artistas modernistas y decadentistas fueron sus efectos hipnóticos y sedantes.  Otra de las drogas que Quiroga nombra de forma frecuente en su obra es el alcohol. Paul Verlaine, una de las figuras que más influyó en Quiroga desde su juventud, habla de sus experiencias con el alcohol y el ajenjo, también conocido como absenta (de la que llegó a ser adicto). El propio Quiroga hace alusión a la bebida alucinógena, tan de moda en el París de la época, en su poema «El ataúd flotante», en el que habla de «los vapores del verdoso zumo». No hay que olvidar a otro de los grandes maestros de Horacio Quiroga y también conocido por su gran adicción al alcohol: Edgar Allan Poe.

La relación de Quiroga con las drogas ha dejado un rastro en todas sus obras, en Los arrecifes de coral con una mirada más decadentista se hace un uso de las drogas con una finalidad sedante, de un sujeto pasivo frente a la realidad que lo supera. En los escritos de los siguientes años, la percepción de las drogas se vuelve a un enfoque más modernista, como un medio de potenciar la mente y la capacidad de experimentar, como en el cuento «El haschisch» de 1904. En este breve cuento explica de una forma casi clínica los efectos de dicha droga en su cuerpo, y en él se pueden encontrar muchas coincidencias con las anotaciones de su diario de viaje a París de 1900. Quiroga tuvo sus primeras aproximaciones al hachís y al opio y escribió este cuento sin duda bajo la influencia de Los paraísos artificiales, de otro de sus referentes literarios, Charles Baudelaire. En Cuentos de amor de locura y de muerte podemos encontrar también un gran numero de cuentos centrados directamente en el consumo de drogas, como la morfina, la cocaína o el cloroformo, y como podemos ver, las drogas han sido una constante en la vida (al menos literaria) del escritor uruguayo.

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