por Ilaria Benedetti
A la vuelta de su viaje a París, la capital del decadentismo, el joven Quiroga compuso su primera obra, Los arrecifes de coral. Las voces de los grandes de la literatura como Baudelaire, Lugones, Poe y Darío influenciaron mucho la poética del autor uruguayo. Por eso, Los arrecifes de coral está considerada con razón una obra decadente: los temas de la muerte, de la enfermedad, de lo que en la sociedad estaba considerado políticamente incorrecto o simplemente degenerado, recorren todos sus escritos, poesías, prosas poéticas y cuentos. En este post, quería pararme en otro de los temas que recorre constantemente Los arrecifes de coral: el concepto de naturaleza salvaje. Desde el análisis de algunos de sus versos, se percibe un Quiroga fascinado por la naturaleza (lo que luego se desarrolla en la selva de sus cuentos): paisajes de mar en borrasca adonde se pierden buques y
ataúdes flotantes, atardeceres rojo sangre, bosques intrincados donde viven animales salvajes y donde el ser humano se pierde con su locura, jardines olorosos con flores de vida precaria. Bellísimas imágenes fruto de aquella corriente romántica que todavía no se había muerto del todo y parte también de aquel mundo decadente que Quiroga pudo experimentar en su viaje europeo. Sin embargo, el cuadro de la naturaleza que nos ofrece, tiene unos tintes originales que dejan entender la grandeza y unicidad de este escritor. Lo original reside en la elección de las palabras, tan acertadas y nada casuales:
…‘Luna que azula la lontananza con las turquesas de su romanza’ (Del poema “Las pantallas de Fátima”)
‘Tiembla el golpe de la luna sobre el dorso de los lagos. Los jaguares somnolientos de neuróticos amagos runrunean dulces carnes de montmartres o de harén, aguzando la violencia de su antojo desmayado en sus garras perezosas, como símbolo estrujado tras la curva sobrehumana de una frente de Rodin’ (Del poema “Orellana”)
La naturaleza de Quiroga es salvaje, el hombre nada puede contra ella, es parte integrante de ella tiene que aceptar su condición precaria, donde la muerte es la última parada. La muerte es algo natural, tal vez violento, que ocurre según las leyes invisibles e inexorables de la naturaleza.
Quiroga usa las temáticas decadentes como un homenaje a sus mentores; en realidad las semillas que darán vida a escritos inolvidables ya están germinando en su mente creativa. Por lo tanto, es un grandísimo error considerar Los arrecifes de coral como la primera obra de un joven pretencioso que jugaba a ser un gran artista. Al revés, es el punto de partida fundamental para el desarrollo de temáticas que marcarán la escritura de Quiroga hasta su muerte.
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